Cùcuta, Norte de Santander, una ciudad llena de historia, donde los sueños de Lucho Brahim y Freddy Sanguino se forjan con pincel en mano.
El caballete sostiene el lienzo vacío y parado frente a él, el artista lo mira atento con aire de domador.
Una vez empuñado el pincel, es cuestión de segundos para que la idea inicial, empiece a tomar forma; Puede ser la montaña de tasajero, que la incluye en la mayoría sus pinturas o también una cascada cristalina.
Da igual cuando pintar es un acto de amor por la vida y por la naturaleza, y un deseo de compartir con todas las personas la pasión que se tiene por lo que se hace; “Cuando uno pinta habla con el imaginario interlocutor”, comenta mientras toma un poco de Coca Cola para mitigar el calor de la tarde.
En su taller, también llamado la cueva, un sito lleno de magìa en donde lucho pasa muchas horas dedicado a pintar; el artista nos relata un poco de su historia mientras se escucha uno de sus géneros musicales preferidos, el chillout, música de ambiente.
Mientras se desarrolla la entrevista, aprovechamos para observar una buena cantidad de sus obras.
Luis Miguel considera que su mejor pintura esta por hacerse, su técnica preferida es el óleo, pues deduce que es muy generosa y se deja manipular. “Es como jugar con el lienzo”, asegura.
Su obra más fuerte, lo que mas ha desarrollado es su pintura de caballete.
Desde hace algunos años se ha vuelto costumbre encontrar artistas callejeros. Para mucha gente estas personas son un componente más en la ciudad, pero en realidad nadie se toma el tiempo necesario para ver la riqueza que se esconde tras estas personas, que ven en la pintura una cultura y una manera de ganarse la vida.
Cùcuta no ha sido ajena a la visita de estos personajes, uno de ellos es Freddy Sanguino, un hombre que trabaja por inmediatez, debido a la circunstancia y por esto dibuja solo lo que el cliente pide.
Un artista callejero empírico, que pasa todo el día en la calle quinta con octava perfeccionando sus retratos pero también plasmando sensaciones con diferentes matices dándole toques de subjetividad a sus pinturas. Debido a su diario vivir y a la experiencia que ha tomado, con los años el define a un artista como “lo que nosotros vemos como arte se llama plasmar color, una armonía de la pintura” afirma.
El artista callejero algunas veces no es visto con buenos ojos por la sociedad, pues el que no tenga un estudio formal lo limita a muy pocas fuentes de trabajo y que sus obras no sean reconocidas y valoradas como las de un pintor profesional.
Una de las justificaciones de Freddy para entender este problema con el que tiene que lidiar a diario, es la falta de cultura en colombina y especialmente en Cùcuta, pues el dice que se a perdido parte de esta.
Ya se sabe no son grandes artistas, pero tampoco quieren ser menos.